Papelera

La Nada. 2010


para Elena.

Parece mentira lo fáciles que somos las personas.
Y la nostalgia, ha vuelto a casa.
Cuando tienes 17 años, tu mundo es tan pequeño que acabas asfixiando los quizás.
Crecer, supongo que es hacer engordar tu pequeño mundo,
destrozar.
Dejar que la mierda sea bonita, y lo bonito sea mierda.
Olvidar odiando, y no queriendo; queriendo olvidar hasta hartarte.
Porque luego, la nostalgia es más cómoda.
Me ha hecho gracia eso de ya no dices cosas bonitas.
A veces me gustaría poder tener tantas palabras en la cabeza,
pero luego hago caso a esta nostalgia que llevo a rastras,
y me doy cuenta de que pasar página es mucho más que una frase hueca.
Hace tiempo, predije que los astros se alinearían como se alinean los días de esas semanas.
La espiral de reloj, ha ido mordiendo su papel de plata.
Ahora no es más que un pretérito imperfecto, un horario de oficina.
Quería, sentía, vivía.
Y como si la ciudad conociese a Neruda, por todas partes hay
calzoncillos y camisas que lloran lágrimas sucias.
De tan lento, se vive deprisa.
Con esa educación al vértigo de las primeras veces.
Sin darte cuenta, tienes 20.
Son veinte fotogramas, veinte arañazos, veinte loquetúquieras.
Y esos 17 parecen tan pequeños, casi podrías decir que huelen a sueños.
¿Porque de qué sino se vivía?



















Azul. 2011


MARZO

Arquitectura humana
¿En qué nos diferenciamos?
Hay jaulas que no necesitan más arquitectura que la del tiempo.
Tiempo, memoria y nostalgia.







Miércoles
Hay una manía, un tic nervioso por llegar antes de tiempo.
¿No es una simple casualidad que al estar tan lejos, hagamos surcos en la piel?
Si tú estás respirando, ¿no hay un íntimo mecanismo?
Las tardes, esto y aquello. Y tú ni siquiera te has dado cuenta.
Pero no pasa nada, nunca te he visto. Tampoco creo que respires, porque nunca te he visto.
¿Y si estamos condenados a no tener más casualidades?
Entonces podría morderme las manías, y llegar tarde.
Entonces, entonces y más entonces.
Podría jugar siempre al escondite, comer con las manos. Desconchar los buenos modales.
¿Te gusta la cebolla? ¿No te gusta porque te hace llorar? A mi tampoco me gustan las catástrofes del cuarto de baño. Pero me gusta la cebolla.
Hace tiempo que lloro por cualquier cosa.
¿Te gustan los secretos? Eso es lo que somos.





Mordiscos
Mil grullas cuelgan entre todo este caos de miradas. Espejos mordidos,
que bailan, y bailan, y bailan; por la habitación.
Sólo hay astronautas entre las sábanas y la respiración del reloj en la mesilla de noche.
La mirada es una pregunta retórica, tan desnuda como la ventana. Y tú.
Deslizándote a los pies de la cama, deshilachando el sol.




Domingo
El irremediable tiovivo se quedó sin aliento, el domingo se muere a escalofríos.
Cae y se precipita por el plato de la ducha.
La resaca se enreda entre los mechones húmedos, goteando de camino a la habitación.
¿Mañana?
Y la persiana se acurruca mientras suena la canción.





Línea 6
Llovió durante todo el trayecto. Y la vuelta a casa. Y la cama.
Toda la semana.






ABRIL


Parece
que todas las historias han muerto de pena.
Uno, dos, tres y cuatro. Y así todo el día.



Verdad o atrevimiento
Y todo el mundo se va, menos yo.





MAYO


Fobia
Me habría gustado saber qué hay de eterno en todo esto, cómo puedes cruzar el semáforo sin un poco de miedo.
Aunque sea.






Volver
Arritmia, y el cosquilleo...
Es querer.
No tener ganas.
Siempre, después del otoño viene el invierno, y después la primavera.
Y luego verano.
Las calles, los autobuses. El subsuelo y mis arterias.
Todo tiene ganas, pero nada quiere cambiar.
Realmente nunca cambiamos, porque por querer, tenemos miedo.
La fractura de cristal sigue y sigue, hasta otro semáforo en verde.
Y otro más.
Primavera, verano, otoño e invierno.
Echar de menos, y echarse a reir por no llorar.
Hace tanto que no hablamos, que siempre es madrugada.
Madrugada, y mañana, tarde y noche.
Y realmente no es querer, es dejar.
Dejar que el tiempo aprenda a respirar otra vez.




Madrugada
La vida, se escapaba despacio.
Nos empeñábamos en coleccionar balcones, semáforos; cuantos más y más lejos mejor.
Pero nunca nos preocupamos. Las huellas se quedaron de pie, esperándonos en cada instante.
El final y su olor a nostalgia se llenaron de escalofrío.
Escenas de película y estribillos están condenados, como condenadas están las fachadas a la anarquía del olvido.





JUNIO


Dónde
Me gusta ese silencio que hay, cuando todo va a romperse.
Los lunes por la mañana, y el despertador escurriéndose por el espejo del cuarto de baño.
¿Dónde irás cuando no queden anuncios que te hagan llorar?










Hueles

Hueles a todo lo que recuerdo.
Palestina en la garganta y el nudo en la mirada.
Invierno a escondidas. Esperándote.
La revolución del llegar tarde, y la tristeza de no hablarte.
Seguro que has cambiado.
Y ya no haces cosquillas con sólo espiar.
Ya no serás una frase. Un lugar y un momento equivocado.
No habrá canción del Buenos días, ya no habrán silencios.
Pero te aburrirás. Y yo contigo.
Desde la distancia de un recuerdo.




Lunes
Y ahí están. Las macetas, la silla verde; el sol de domingo.
El arco iris se hizo mayor y ya no hay excusas.
Ya no brillan las fachadas como si fuera la primera vez.
Ya no queda nada.



Tarde
La anatomía del tiempo y la línea cuatro caben en el hueco del ascensor.
Nunca se cansa, el minutero.
Alguna canción de Marea y la vida hecha a pedazos impares. Trasquilones.